Si, si. Aquí tenemos otro fan de Jane Austen. Y del género masculino. Este papel (de lo escritos con esos aparatos antiguos que se llamaban máquinas de escribir) contiene los pensamientos sobre Jane Austen que expresó Winston Churchill en Diciembre de 1943, mientras estaba en Túnez con el general Eisenhower, y recuperándose de una pneumonía. ¿Recordáis aquella entrada en la que hablamos que Jane Austen era una de las favoritas de los soldados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial? (ver AQUÍ). Sin duda, las novelas de Jane Austen son, entre otras cosas, un bálsamo para los momentos difíciles. Nos devuelven a casa, al hogar, y ya sabemos que no es al físico, que ella nunca describió, sino al del alma de cada uno…

Esto es lo que dijo Sir Winston Churchill de ella (os traduzco abajo)

Churchill JA

 

Los días  pasaban con mucho malestar. La fiebre subía y bajaba. Yo vivía para los asuntos de la guerra, y era como si estuviera siendo transportado fuera de mí mismo. Los médicos intentaron mantener el trabajo apartado de mi lecho, pero yo los reté. No hacían más que repetir que «no trabajara, que me preocupara», hasta tal punto que decidí leer una novela. Hacía mucho tiempo que había leído a «Juicio y Sentimiento» de Jane Austen, y pensé que ahora leería «Orgullo y Prejuicio». Sarah me lo leyó hermosamente al pie de la cama. Siempre había pensado que sería mejor que su rival. ¡Qué vidas tan calmadas tenía esa gente! No había preocupaciones sobre la Revolución Francesa, sobre las intensas batallas de las Guerras Napoleónicas. Tan sólo los modales controlando hasta donde podían las pasiones naturales junto con las explicaciones refinadas de cualquier infortunio. Todo parecía ir muy bien con M y B.

The days passed in much discomfort. Fever flickered in and out.  I lived on my theme of the war, and it was like being transported out of oneself. The doctors tried to keep the work away from my bedside, but I defied them.  They all kept on saying, “Don’t work, don’t worry,” to such an extent that I decided to read a novel.  I had long ago read Jane Austen’s Sense and Sensibility, and now I thought I would have Pride and Prejudice.  Sarah read it to me beautifully from the foot of the bed.  I had always thought it would be better than its rival.  What calm lives they had, those people!  No worries about the French Revolution, or the crashing struggle of the Napoleonic Wars.  Only manners controlling natural passion so far as they could, together with cultured explanations of any mischances.  All seemed to go very well with M and B*.