En esta carta, Jane escribe a su sobrina Fanny, primero poniéndola al día de sus encuentros y conversaciones con su prima Anna, y después sigue aconsejándola sobre su relación con J. Plumptre. Unos consejos maravillosos y que a mi me parecen tan adelantados para su época… Realmente, que una mujer pudiera hablar en estos términos a otra en aquellos años, denota que la familia y los hombres Austen eran, realmente, especiales…
Esto es lo que ayer, hace doscientos años, le escribía Jane a su sobrina Fanny
Carta de Jane a su sobrina Fanny Knight (Jane tenía 38 años)
Miércoles 30 de Noviembre de 1814
Desde Hans Place a Godmersham
Mi querida Fanny:
Te estoy muy agradecida por tu carta, y espero que escribas de nuevo pronto para que sepa que estáis todos bien y felices en casa.
Estoy segura de que te interesará nuestra visita a Hendon, pero no necesito entrar en los detalles de la misma, pues tu padre será capaz de responder a casi todas tus preguntas. Puedo describirte bien su dormitorio, los cajones y el armario, seguramente mejor que él, pero no creo que deba detenerme en eso.
Más bien lamenté saber que va a tener un instrumento. Creo que es una forma de tirar el dinero. Dentro de seis meses desearán tener esas 24 guineas en forma de sábanas y toallas. Nunca llegará a tocar bien.
Me sorprendió bastante su pelliza morada. Pensaba que ya habíamos visto toda la parafernalia de ese tipo. No es mi intención culparla, pues le estaba muy bien, y creo que realmente la deseaba. No sospecho nada peor que el que pueda haberse obtenido en secreto, y que no perteneciera a nadie. Sabes que es capaz de eso.
Ayer recibí una nota muy amable de su parte pidiéndome que volviera otra vez y me quedara a dormir. No puedo hacerlo, pero me agradó comprobar que tiene el poder de hacer algo tan correcto. Mi visita les resultó muy agradable a los dos.
Únicamente ví al Sr. Hayter en el teatro, y creo que su cara puede llegar a gustarme a medida que le vaya conociendo. Lamenté que no cenara aquí.
Me resultó extraño estar en el teatro sin nadie a quien tener que estar atenta. Me mantuve muy compuesta, muy complacida entre toda la agitación que estaba produciendo Isabella.
Ahora, mi querida Fanny, empezaré con un tema que surge de una forma muy natural.
Me asustas lo inimaginable con tu referencia. Tu cariño me proporciona mucho placer, pero no debes dejar que nada dependa de mi opinión. Tus propios sentimientos, y solamente los tuyos, deberán decidir sobre ese asunto tan importante. Sin embargo, no tengo reparo alguno en responder a tus preguntas.
Estoy perfectamente convencida de que los sentimientos que tienes en la actualidad, suponiendo que te casaras ahora, serían suficientes para la felicidad de él. Pero cuando pienso en lo lejano que está ese “ahora”, y tengo en cuenta todo lo que “puede ser”, no me atrevería a decir que “tomes la decisión de aceptarle”. El riesgo para ti es demasiado grande, excepto si son tus propios sentimientos los que lo propician.
Quizás pienses que soy perversa. En mi última carta te expuse todo a su favor, y ahora me inclino en el otro sentido. Pero no puedo evitarlo. Ahora mismo estoy más impresionada por los posibles daños que te puede causar el que te comprometas con él, de palabra o de pensamiento, que por cualquier otra cosa.
Cuando pienso en qué pocos jóvenes has tenido la oportunidad de conocer; en tu capacidad (sí, creo que eres muy capaz) de enamorarte de verdad; y en cuántas tentaciones te surgirán probablemente en los próximos 6 ó 7 años de tu vida (es en este periodo de la vida en el que se forman los vínculos más fuertes), no puedo desear, con el estado actual de tus frios sentimientos, que te entregues a él para honrarle.
Es muy cierto que es posible que nunca te vincules con otro hombre que pueda igualarle, pero si ese otro hombre fuera capaz de enamorarte más, a tus ojos será el más perfecto.
Me alegraré si eres capaz de reavivar sentimientos pasados y, si por ti misma, sin influencias, decides seguir adelante tal y como has hecho hasta ahora. Pero no espero que esto ocurra y, sin ello, no puedo desearte que te encadenes a alguien. No temeré que te cases con él pues, con toda su valía, pronto serás capaz de amarle lo suficiente para la felicidad de ambos. Pero sí me preocuparía la continuidad de esta especie de compromiso tácito, en el estado incierto en el que se encuentra ahora, y cuándo podría llegar a completarse. Pueden pasar años antes de que él sea independiente. Te gusta lo suficiente como para casarte con él, pero no tanto como para poder esperarle. Resulta tremendamente incómodo parecer veleidosa. A no ser que pienses que te merezcas ser castigada por las ilusiones que te has creado en el pasado. No hay nada que pueda compararse a la miseria de estar unida a otra persona sin amor; estar unida a uno, cuando se prefiere a otro. Ese es un tipo de castigo que no te mereces.
Sé que todavía no os habéis visto, o más bien que no os veréis hoy, pues vino ayer a visitarnos. Y me alegro. Al menos no parece probable que sea capaz de llegar a una visita para cenar a 60 millas de distancia. No le vimos. Tan sólo nos encontramos con su tarjeta cuando llegamos a casa a las 4. Tu tío Henry tan sólo comentó que había llegado un día después de la Feria. El lunes, cuando estuvimos hablando del Sr. Hayter, le preguntó a tu hermano por qué no le había invitado también, y le dijo “sé que está en la ciudad, pues me lo encontré el otro día en Bond St.”. Edward respondió que no sabía dónde encontrarle. “¿No sabes dónde se aloja?” “No”.
Me alegrará muchísimo volver a tener noticias tuyas, mi querida Fanny, pero no puede ser más tarde del sábado, pues saldremos el lunes mucho antes de que sea entregado el correo. Escríbeme algo que pueda leer en alto o de lo que pueda hablar a los demás.
Tengo que llevar de vuelta a las Srtas. Moore el sábado y, cuando regrese, espero encontrar tu agradable, pequeña y ligera grafía sobre la mesa. Será para mí un gran alivio tras haber tenido que tocar para las damas porque, aunque me guste la Srta. H.M. tanto como pueda gustar alguien a estas alturas de mi vida habiendo transcurrido un día desde que la conociera, supone un trabajo cuesta arriba tener que estar hablando a aquellos a quienes se conoce tan poco.
Tan sólo una de ellas regresa conmigo mañana, probablemente la Srta. Eliza y me preocupa bastante. No tendremos dos ideas en común. Es joven, guapa, parlanchina y tan sólo piensa (supongo) en vestidos, compañía y admiración.
El Sr. Sanford se unirá a nosotros para la cena, lo que será un auténtico alivio y, por la tarde, mientras tu padre y la Srta. Eliza jueguen al ajedrez, él me estará contando cosas divertidas y yo me reiré de ellas, lo que resultará de lo más placentero para ambos.
Fui de visita a Keppel St. y los ví a todos, incluido el tio Charles, que va a venir hoy a cenar tranquilamente con nosotros. La pequeña Harriot se sentó en mi regazo, y parecía tan amable y cariñosa como siempre, y tan guapa, excepto que no se encontraba bastante bien. Fanny es una niña robusta, que habla sin cesar, con un grado interesante de ceceo y falta de distinción. Y que probablemente llegará a ser la más guapa con el tiempo. Y esa gatita de Cassy, no demostró más alegría al verme que sus hermanas, pero no esperaba nada mejor. No brilla por la ternura de sus sentimientos. Nunca será una Srta. O’Neal; está más en la línea de la Sra. Siddons.
Gracias, pero todavía no se ha confirmado si me atreveré con una segunda edición. Vamos a ver hoy a Egerton, y entonces lo decidiremos. La gente está más dispuesta a pedir prestado el libro y a alabarlo, que a comprarlo, lo que, por cierto, no me puede sorprender. Pero, aunque me gustan las alabanzas tanto como a cualquiera, me gusta también lo que Edward llama «el metálico». Espero que siga teniendo cuidado con sus ojos, y sienta los buenos efectos que produce.
No me parece que tengamos ideas diferentes sobre la religión cristiana. Tú has dado una descripción perfecta. Tan sólo le damos un sentido diferente a la palabra “evangélico”.
P.D. la Srta. Gibson está muy contenta de ir con nosotros.
Nota: la traducción la ha realizado la autora del blog, no con objeto literario, sino por el contenido del estado físico y/o anímico de Jane Austen, por lo que es susceptible de mejoras en el estilo, la interpretación o la traducción de algunos términos.