Quizás con la perspectiva de cientos de años, las admiradoras de las escritoras del siglo XIX las veamos individualmente en un contexto, metiéndolas más o menos «en el mismo saco», y es por eso que puede sorprendernos que, entre ellas, no se tuviesen la
admiración que nosotras, con cierta perspectiva, sentimos de manera casi indiferenciada
. En mi caso particular, y como diría Jane, tolero suficientemente bien a las hermanas Brönte, pero no me producen el grado de admiración que Jane Austen. Pero me consta que, entre las admiradoras de Jane Austen, se encuentran muchas con el mismo criterio para aquéllas, o incluso mejor.

Lo curioso es que, ya en su época, alguien le recomendó a Charlotte Brönte algo de la contención de Jane Austen. Y, claro, le dieron «en la yema». Cuando una persona está intentando defender su talento, que vengan y le comparen con otra, molesta. Así que no es de extrañar que declarara lo siguiente:

«Siempre que empiezo a escribir un nuevo libro, pienso que no habrá en él nada de lo que tu llamas «melodrama». Eso es lo que creo, pero no estoy segura. También pienso que tendré que esforzarme para seguir el consejo que se desprende de los «dulces ojos» de la Srta. Austen, e intentaré acabarlos mejor, y ser más «contenida»; pero tampoco puedo estar segura de esto. Cuando los autores están en su mejor momento de inspiración, o al menos cuando escriben de una manera más fluida, es como si surgiera dentro de ellos una influencia que se convierte en su guía o maestro -que actúa según su propio criterio- quitando de su vista cualquier influencia que no sea la suya, dictando ciertas palabras, e insistiendo en su utilización, no importa lo vehementes o medidas que puedan ser en su naturaleza, moldeando los caracteres, otorgando giros inesperados a los incidentes, rechazando minuciosamente las ideas obsoletas consolidadas, y, sorpesivamente, creando y adoptando otras completamente nuevas. ¿No es acaso así? y, ¿podemos contrarrestar esta influencia?¿Podemos hacerlo?

Bien, Charlotte se defendió bastante bien. No tenía necesidad de ser comparada con Jane, pues cada una tenía su estilo y, probablemente, sus seguidores. No se sentía obligada a tener que adoptar las maneras de otra colega y se mantuvo en lo que le dictaba su propio arte para plasmar por escrito lo que surgía de su imaginación y creación. De hecho, los personajes de Jane no le gustaban demasiado:

«Difícilmente podría gustarme tener que convivir con sus (de Jane) damas y caballeros, en esos hogares tan elegantes, pero a la vez tan recónditos»

Ni falta que hacía Charlotte. Que para gustos se hicieron los colores.

Os recomiendo también el libro:

Querida Jane, Querida Charlotte, de Espido Freire, y los comentarios en el Foro El sitio de Jane:

http://janeausten.mforos.com/1328128/7810002-querida-jane-querida-charlotte/

Por cierto, mirad qué parecidas eran las salas de escritura de Jane Austen y de Charlotte Brönte:

Jane Austen
Charlotte Brönte

Fuente:

Austen-Leigh, J.E. (1886) A memoir of Jane Austen. Ed. www.forgottenbooks.org