Las secuelas de los libros de Jane Austen salen prácticamente a diario. La última: «Miss Darcy falls in love» (La Srta. Darcy se enamora). ¿Qué señorita Darcy?¿La hija o la nieta de Lizzy y Fitzwilliam? Personalmente, esperaré a que alguien me diga de quién se trata.
Pero ese «poso» que nos dejan los libros de Jane, provocan, en las imaginaciones más prolíficas, un auténtico «chorreo» de libros basados en las historias que creó Jane. ¿Cuál es uno de los errores más importantes que, en mi opinión, se cometen? Pensar que, como se trata de novelas aparentemente sencillas, sobre contextos no demasiado complejos, cualquiera puede escribir sobre ellos. Falso.
Y por varias razones. En primer lugar, Jane nació en un entorno donde escribir, leer en alto, crear personajes y representarlos era el entretenimiento habitual de la familia y sus huéspedes. Es decir, desde muy niña tuvo una práctica nada habitual, propiciada además por un padre y una madre cultivados, con un agudo sentido del humor y, sobre todo, con una capacidad de análisis psicológico de los personajes y de las situaciones muy apropiado con la labor pedagógica que se realizaba en su propio hogar. Y los profesores de la «antigua escuela» tenían muy en cuenta las características de cada niño, sus capacidades para asimilar los conocimientos… no se ceñían tanto a los cursos académicos sino al progreso de cada uno de sus alumnos en particular.
Todo esto para decir que Jane, cuando acababa sus libros, tampoco se desprendía de ellos tan fácilmente. Seguía pensando en sus personajes, qué pasaría con ellos, qué futuro tendrían… Trataba a sus novelas como a los hijos que no tuvo. Lizzy y Mr. Darcy eran su criatura favorita. Emma era otro de sus «ojitos derechos», aunque, cuando la creó, fue muy consciente de que tenía en sus manos a una «heroína por la que prácticamente nadie sentirá simpatía excepto yo misma«.
Cuando su familia le preguntaba sobre los personajes de sus libros, Jane no escatimaba en detalles. Así, por ejemplo, la propia Jane informó a su entorno más próximo de que:
– la Srta Steele nunca consiguió «cazar» al doctor;
– Kitty Bennet se casó satisfactoriamente con un clérigo que vivía cerca de Pemberley;
– lo mejor que pudo obtener Mary Bennet fue uno de los contables de su tio Philips, pero se sentía muy satisfecha con ser considerada una pequeña estrella en su entorno de Meriton;
– la «suma considerable» de dinero que la Sra. Norris le dio a William Price fue de 1 (una) libra;
– el Sr. Woodhouse, el padre de Emma, sobrevivió al matrimonio de su hija, e impidió durante unos dos años que ella y el Sr. Knightley se asentaran en Donwell;
– las cartas que Frank Churchill dejó a Jane Fairfax (que ésta tiró sin haber leído), contenían la palabra «perdón».
De La Abadía de Northanger y Persuasión solamente se sabe lo que está escrito, pues la vida no le permitió seguir entreteniendo a la familia con las secuelas de sus propias obras.
Personalmente, creo que con lo que escribió Jane está bien. Y que lo que cada uno imagine después de leer sus libros, también. Pero habría que tomar de modelo a la propia Jane: las secuelas, en casa, con la familia y los amigos. En vez de invadiendo librerías a razón de casi una por semana.
VictoriaAusten, va por ti: Cuando quiero más Austen, leo más Austen.
Fuente:
Austen-Leigh, J.E. (1886) A memoir of Jane Austen. Ed. www.forgottenbooks.org
Y qué razón tienes 🙂
Thank you very much!! 🙂
Reblogueó esto en Pinceladas, letras y artey comentado:
Eso mismo: lo que escribimos y mundos que creamos, siguen vivos y los queremos como hijitos.
Bravo por Jane, más la leo… más la amo.