El Sr. Collins es el primo clérigo de Elizabeth Bennett en Orgullo y Prejuicio, que va a heredar la propiedad de Longbourn cuando fallezca el Sr. Bennett. Jane Austen nos dibuja a un ser tan insoportable como, a la vez, perdonable.
Es cierto que el Sr. Collins resulta pesado, cargante, pelota, insufrible, parlanchín, cursi y advenedizo. Pero también hay que reconocerle algunos rasgos positivos: se dirige a los Bennett con buenas intenciones, para zanjar la disputa que había entre su padre y el Sr. Bennett; es consciente de la pérdida que supone para la familia, con cinco mujeres, de la casa donde han vivido toda la vida, y decide buscar esposa entre una de las moral, aunque no legítimamente propietarias de la casa; no tiene vicios mayores, excepto que le encantan sus partiditas de cartas; es consciente de que, si quiere obtener el favor de los demás, él también ha de corresponder (decir una palabra amable, o un gesto, aunque él lo recarga tanto que la mayoría de las veces tiene el efecto contrario).
Cuando llega a Longbourn (18 de Noviembre, tras la carta que escribió al Sr. Bennett el 15 de Octubre anunciando su visita) tiene 25 años, ha conseguido un puesto magnífico en Rosings al amparo de Lady Catherine de Bourgh como clérigo (había sido ordenado hacia Semana Santa de ese mismo año), y está preparado para formar una familia convencional, intentando zanjar de una vez y para siempre rencillas y malos rollos por todas partes.
Por otro lado tenemos a Charlotte Lucas, íntima amiga de las Bennett… pero unos cuantos años mayor que ellas. Tiene ya 27 años, no es especialmente atractiva, ni inteligente ni ingeniosa, y sus perspectivas de convertirse en una mujer dependiente de la caridad de los familiares va haciéndose cada vez una realidad más insoportable para ella.
Mientras, tenemos a Lizzy (de unos 21 años en ese momento) defensora del matrimonio por afectos, no por conveniencias de ningún tipo, huyendo del Sr. Collins, y con otras perspectivas en mente (no hacia el Sr. Darcy precisamente). Charlotte y su familia son capaces de analizar la situación de una manera diferente. Además, la madre de Lizzy, la Sra. Bennett, inconscientemente, favorece la aprobación del Sr. Collins por parte de la familia de Charlotte pues, al pensar que se iba a casar con Lizzy, todo fueron elogios hacia él en su conversación con Lady Lucas, para dejar claro lo bien que estaba a punto de casar a sus dos hijas mayores.
Charlotte, en sus intentos de atraer hacia sí la atención del Sr. Collins para que dejase de atosigar a Lizzy, descubre a un ser en el que no hay maldad de fondo y con el que ella puede lidiar perfectamente. Cuando, tras el rechazo de Lizzy, el Sr. Collins (descartando a las tres hermanas menores Bennett), desvía su atención hacia Charlotte, lo hace también consciente de que se trata de una mujer discreta, suficientemente buena para él, y que, hasta el momento, es la única que ha soportado sus ademanes sin parecer importarle demasiado.
Se trata claramente de un matrimonio de conveniencia por ambas partes, pero sobre todo equilibrado entre lo que los dos aportan, lo que los dos reciben, y lo que los dos esperan. No hay engaños por ninguna de las dos partes, y la educación social, y el fondo moral de ambos permiten predecir que se trate de un matrimonio que pueda durar mucho tiempo, y en términos que podríamos denominar correctos.
No se esperan salidas de tono, malas palabras ni malos gestos de ninguno de ellos hacia el otro; tienen una posición acomodada y los dos están a la altura de sus circunstancias; el Sr. Collins tiene una mujer consciente y cumplidora del compromiso que está adquiriendo, igual que él; ambos tienen sus espacios para cada uno. El Sr. Collins pasa las tardes en su biblioteca, o sus actividades y Charlotte en las suyas. Pueden sobrellevar su relación sin demasiadas interferencias, y acompañándose lo necesario para los cometidos que tienen que cumplir. Tienen una vida social relacionándose con lo más exquisito del momento (Lady Catherine de Bourgh) y una previsión económica nada desdeñable (por su propio oficio y por lo que heredará del Sr. Bennett). Probablemente, el respeto y la atención mutua favorezcan que crezca el cariño entre ambos con los años.
Charlotte, tiene que elegir entre esta perspectiva o quedarse sola, pobre, sin vida social, sin ser dueña de nada (ni de su propio hogar). Friamente pensado, se trata de una decisión muy acertada si la otra parte también está de acuerdo y es consciente, y en este caso, es así.
El Sr. Collins, por su parte, no necesita de más arranques emocionales en su vida (bastante ha tenido con los problemas provocados por el mal carácter de su padre). Desea una vida tranquila, discreta, dentro de una normalidad donde no se diga una voz más alta que otra, donde sus contactos y sus quehaceres estén en orden, y donde los sentimientos incontrolados no sean la causa de mayor infelicidad.
Francamente, no es la pareja ideal pero, visto desde esta manera, se trata de un acuerdo que probablemente resulte muy satisfactorio a ambas partes y, visto así, yo no seré quien me oponga a desearles toda la felicidad que sean capaces de generar. Y, bien llevado, son dignos de la mayor admiración y respeto.
Y no olvidemos que, gracias a la visita a su amiga Charlotte, tenemos a Lizzy dejando KO al Sr. Darcy… no está nada mal, no…