En el año del Bicentenario de la publicación de Sense and Sensibility no podemos dejar de desgranar y hacer referencias a esta obra llena de sabiduría de los patrones amorosos, constructivos y destructivos, que pueden darse, y de hecho se han dado y seguirán repitiéndose, en las vidas de muchas personas.

Los hombres de Jane Austen (los buenos, por así llamarlos) nos convencen, sobre todo, por la profundidad de sus sentimientos, y también por su saber estar, por su elegancia de espíritu y por su respeto apasionado, a la vez que contenido, por la mujer amada.

Me parecía que hoy era un buen día para dedicárselo al Coronel Brandon. Un personaje que parece pasar de puntillas a lo largo de toda la novela y que acaba haciendo temblar de emoción ante su despliegue de amor generoso: seguir amando a Marianne a pesar de que sus lágrimas y dolor eran por otro hombre. ¡Qué bien comprendía que todo había sido un engaño, que Marianne había sido presa de uno de los peores ejemplares del género masculino y de los que tantos hombres se sienten avergonzados!. No juzga si su actuación fue correcta o no, simplemente comprende cómo un corazón ingenuo puede caer embaucado ante el egoísmo del depredador narcisista, y eso no es algo de lo que se pueda culpar a la persona engañada, a la que hay que apoyar y ayudar a sanar las heridas.

El Coronel Brandon es el amigo fiel; es el amante apasionado; es el compañero protector; es el corazón sabio; es el hombre digno de ser amado… como aprendió Marianne a hacerlo cuando entendió que amor y pasión no son lo mismo; que (soneto 116 de Shakespeare)…

«No es amor un amor 
que siempre cambia por momentos,
o a distanciarse en la distancia tiende. 
Oh! no, es un faro imperturbable
que contempla las tempestades y nunca se estremece…»

Una vez más, la belleza de los afectos descrita por Jane Austen es una obra de arte difícil de superar, que provoca un sentimiento de gratitud por poder contemplar y experimentar lo más hermoso, en lo más intangible: el Amor.