Os reproduzco a continuación parte de un artículo que publiqué en la Revista Psychologies (Nº 46, Noviembre de 2008), y que se tituló Jane Austen: Analista del Amor. Obvio la parte de biografía, con la que las austenitas suelen estar bastante familiarizadas, y nos vamos al grano, es decir, a algunos tipos de relaciones.
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En sus obras, Jane Austen nos ofrece todo un catálogo de relaciones que abarca desde las más irracionales, inconsistentes e impulsivas hasta las más pacientes, dedicadas y sólidas. En medio de todo ello, nos regala con relaciones de una elegancia exquisita, como la de Mr. Darcy y Elizabeth Bennett en Orgullo y Prejuicio, y que en el fondo es lo que la mayoría parece querer alcanzar en sus relaciones hoy en día. Vamos a ver, a modo de pincelada, algunas de ellas.
Los amores confundidos
Jane Austen se muestra tolerante y condescendiente en sus obras con las relaciones que se inician con toda la buena voluntad por ambas partes, que al principio se confunden con amor verdadero, y que llevan a compromisos adquiridos por la razón equivocada. Una de esas razones suele ser la elección de pareja atendiendo únicamente a la belleza externa, asumiendo que el resto de características positivas de la personalidad van unidas a ella. En Psicología esto se conoce como “efecto halo”, por el cual atribuimos cualidades generales, tanto positivas como negativas, que se derivan de una sola. Este sería el caso de los padres de la propia heroína de Orgullo y Prejuicio, Elizabeth Bennet, quien reflexiona sobre la incompatibilidad manifiesta con el paso de los años cuando todo rastro de belleza ha desaparecido.
El amor también se confunde cuando se adquieren compromisos demasiado pronto en una relación y, si la persona es de palabra, luego resulta prácticamente imposible desdecirse de lo prometido, y se entra en relaciones con fecha temprana de caducidad, pero con permanencia indefinida si las circunstancias no lo disponen de otra manera, tal y como le ocurre a Edward Ferrars en Sentido y Sensibilidad.
En ambos casos, los amores confundidos resultan no ser finalmente amores, sino grandes errores, que es mejor asumir con una gran templanza de carácter.
Los amores plácidos
También Jane nos deleita en sus obras con esos amores que surgen casi podríamos decir de aquella manera en que a casi la mayoría nos gustaría que ocurriesen. Parejas que se conocen, se atraen, se compenetran, se dan un tiempo prudencial, se comprometen, y son felices de forma natural y espontánea, con un amor rítmico, correcto y no carente de pasión, como el de Jane Bennett y Mr. Bingley en Orgullo y Prejuicio.
Los amores irreflexivos o imprudentes
Uno de los ejemplos con los que Jane Austen hace mayor contraste respecto a los amores de calidad es el amor que surge basado en la impetuosidad, en la ambigüedad, en la interpretación errónea de sentimientos o en la manipulación de alguno de los protagonistas. En la actualidad, muchas personas se encuentran tan confundidas en las relaciones como lo hacían algunas de las protagonistas de sus novelas. Nos resulta familiar ese amor que surge de un momento de irrefrenable atracción, dirigido más por la pasión que por la razón, y en el que se cree por momentos estar tocando la cima del cielo. Pero con la misma rapidez que surgen, aparecen los malentendidos, las paradas bruscas, la confusión ante la retirada de uno de ellos, el dolor ante la interrupción de una ilusión, la justificación de conductas injustificables, y la decepción cuando la realidad devuelve una relación imposible que se había basado en sentimientos fundamentados en el desconocimiento profundo de la persona amada (como el de Marianne y Mr. Willoughby en Sentido y Sensibilidad).
Mr. Willoughby & Marianne Dashwood
Se trata de amores impulsivos, que surgen de un flechazo, se basan en expectativas irreales y en promesas fútiles, que culminan en desamores estrepitosos. Pero Jane Austen concede a sus heroínas la oportunidad de aprender de sus errores, siempre que superen el profundo dolor y decepción de sus decisiones previas. También presenta el perfil psicológico de los imprudentes que, como suele ser habitual, son incapaces de responsabilizarse de las consecuencias de sus actos, de sus promesas y de sus palabras; que buscan el perdón con un falso arrepentimiento y con una justificación torpe de sus reacciones. En la vida real, estas personas solamente provocan el ahondar más en las heridas, pero la escritora no les permite esa ventaja, y suele apartarlos, después de dejar que se expongan a su propio enredo, al rincón del olvido que tan merecidamente se han ganado.
Los amores elegantes
En la obra de Jane Austen sólo merecen el regalo del amor con mayúsculas aquéllos que saben controlar sus enfados, que saben dar opiniones y respetarlas, que expresan sus afectos sin atosigar, que son considerados con los sentimientos ajenos, que miden sus palabras de manera que puedan decir su verdad sin ofender, que son capaces de aprender de sus errores, reflexionar y, lo más importante, enmendar los daños producidos por su conducta. Los personajes de Jane Austen son imperfectos, son ignorantes e ingenuos, pero ella otorga el beneficio del amor lleno de pasión y respeto a quienes son capaces de una conducta que refleje la huella de una elevada categoría personal.
Los protagonistas principales de sus obras, Mr. Darcy, el Capitán Brandon, o el Capitán Wentworth, nos hacen vibrar por esa elegancia del amor lleno de pasión, cuyo objetivo principal es el bienestar y la felicidad de la persona amada en lugar de perseguir solo la propia satisfacción, incluso si ello supone la renuncia a la relación. No sólo resulta imposible quedarse indiferente ante la calidad amorosa de estos personajes, sino que produce el efecto de descubrir o recordar que ése es el amor que soñamos la mayoría y que querríamos encontrar en alguien de carne y hueso.
Jane Austen nos devuelve la esperanza de poder ser esas grandes personas, ávidas de aprender a amar con elegancia de espíritu, donde el trabajo individual de remodelación de la belleza interior facilita sin duda la experiencia vital, pasional y cotidiana del amor de calidad extraordinaria. Ella, al menos, no renunció a lo que en su época era tan sólo una gran utopía.
Interesante texto que trata de un aspecto muy interesante de las obras de Jane Austen. Un tema que parece dar apuro tocar, que parece que menoscaba la importancia de una obra, cuando la realidad nos demuestra que los humanos hemos realizado, a lo largo de la Historia, los actos más positivos, más dramáticos y más negativos cuando el amor nos invade.
Discernir qué amor nos domina nos ayudará a llevarlo a buen o mal puerto, como JA y la autora de este artículo nos indican.
El problema Isabel es que yo creo que se nos ha enseñado a llamar Amor a actitudes que no tienen nada que ver con él, y eso crea mucha confusión, porque a veces es obsesión, otra engaño, otra conveniencia… y cada cosa debe de tener su nombre apropiado. En esto JA me parece una gran maestra porque discierne y ejemplifica como nadie qué es y qué no es amor del bueno…
Interesante, gracias!
La verdad es que Austen tenía una forma muy moderna de trabajar con la utopía…
Es que el corazón no tiene época ni edad… It is a truth universally known… la verdad es inmutable. Pero es verdad que fue una adelantada a su época, negándose a casarse por algo que no fuese en afecto sincero, a pesar de que eso le llevó a vivir en condiciones un poco incómodas. Pero tenía el apoyo de su madre, su hermana y de su cuñada Martha Lloyd, y se les hizo más llevadero. Al final de su vida ganó algo de dinerillo con la venta de los libros, pero nada espectacular. Si hubiese vivido hoy en día, tendría un piso en Chelsea, por lo menos; tenemos el ejemplo de MKRowling (Harry Potter). Hasta en eso fue adelantada la pobre. A veces ir demasiado por delante es una desventaja, porque uno se lleva todos los trastazos… y la gloria la recogen los que les siguen…
Ni en sueños de Miss Austen podría haber aparecido la conversación que estamos teniendo ^^
🙂 Entonces se la dedicaremos especialmente a ella…
Umm…gracias por tan interesante artículo. La verdad es que siempre fue una excelente observadora y la forma de mostrar las relaciones, así lo demuestra 🙂
Muy bonita Mila, me ha gustado mucho…Gracias!!
Supongo que después de todo la calidad del amor que uno ofrece tiene mucho que ver con la calidad de persona que uno es…
Pero por desgracia, no siempre es tan fácil categorizar, y pasamos de unos grupos de amor a otros sin darnos cuenta (supongo que el mío ahora cabe en la categoría de confundido..ojalá por poco tiempo ya).
Un abrazo!!
Laura
Gracias Lau. Aprender a amar… aprender a distinguir quién nos ama bien… aprender a dejar partir a quien no corresponde a nuestro amor… aprendera no humillar a quien no podemos corresponder… ¡Qué poquito nos han enseñado! Por eso nos equivocamos tanto… Es demasiado duro y doloroso aprender de algunas lecciones… La educación afectiva es una asignatura pendiente… Pero tenemos unas joyitas de Jane Austen que son un buen referente para tomar nota…
Un abrazo, que eres muy grande…
Sí, Jane Austen invita a invertir mucho más en la educación afectiva. Cuánto mejor sería el mundo si le hiciéramos caso…
De paso, a los afortunad@s también nos abre los ojos para que apreciemos mucho más nuestras relaciones afectivas.
También nos muestra cómo conservarlas buenas (o mejorarlas). Porque todo empieza en la familia, y si nuestros hijos ven y viven un buen ejemplo, ya hemos puesto nuestro granito de arena.
😉
¡Me ha encantado el artículo, lástima que no sea más largo! A mi con Jane me pasó algo curioso, muy relacionado con lo que comentas aquí. Cuando descubrí a Jane Austen tenía 19 años y fue por pura casualidad. Estaba en segundo de carrera, fui a una librería que estaba de liquidación y compré «Orgullo y Prejuicio» sin tener la más remota idea del argumento. Hasta ese día no había «entendido» que era eso del amor. Es extraño decirlo pero es cierto, no me había interesado nunca ni lo entendía. Detestaba todo lo que oliese a romanticismo porque me parecía estúpido. Y todo eso cambió cuando leí a Jane Austen. Tardé menos de un año en leerme todo lo que publicó, pero solo con haber leído «Orgullo y Prejuicio» entendí todo lo que no había entendido sobre el amor (y demás relaciones humanas, por supuesto). Desde entonces he investigado todo lo que he podido sobre ella y su obra intentando entender por qué cambió tanto mi vida después de leerla. ¡No es una exageración! para mi fue una revelación en un momento además muy bueno para ello. Pues ahora que ya soy historiadora estoy más que convencida que sus historias no tienen época.
Conócete, edúcate y crece. Ésa es la gran lección de Jane Austen. Atemporal. 🌸🌺🌸🌺