MP Capítulo 48

Secuela de Mansfield Park. Jane Austen nos cuenta lo que pasó después de que Edmund se cayera del guindo.

Sinopsis

Jane Austen en este último capítulo hace igual que en el final de Orgullo y Prejuicio: nos cuenta lo que pasó en la vida de los protagonistas de Mansfield Park después de tan horrendos sucesos.

En las frases de abajo, iréis sabiendo lo que pasó con cada uno de ellos. Nadie mejor que la propia Jane Austen para contárnoslo.

Simplemente quería apuntar que veréis que los acontecimientos no ocurren tan rápidamente. Es decir, Edmund no se enamora de pronto ni tiene una epifanía que le hace ver a Fanny como a la mujer de su vida. Primero hace su duelo,Fanny and edmund luego recupera su dignidad, para ir poco a poco saliendo adelante y aprender a ver a Fanny con otros ojos. En las series y en la película no pueden permitirse el lujo de empezar a contarnos de nuevo la tediosa vida en Mansfield Park hasta que estos acontecimientos, a su ritmo lento, van tomando poso, maduran y se producen. Por eso suele provocar tanto choque y crujir, literalmente, como lo hace, cuando vemos esa vuelta de tuerca.

Dentro de unos días escribiré mi opinión general del libro y mis conclusiones, pues ahora sigo meditándolas y estoy reposando como se hace cuando se cierra la contracubierta de un buen libro, especialmente si es de Jane Austen.

Frases Geniales

.- Que se espacien otras plumas en la descripción de infamias y desventuras. La mía abandona en cuanto puede esos odiosos temas, impaciente por devolver a todos aquellos que no estén en gran falta un discreto bienestar

.- Mi Fanny, por supuesto, tengo la satisfacción de poder afirmar que por entonces había de sentirse feliz, a pesar de todo. Tenía que ser una criatura dichosa a pesar de lo que sufriera, o creyese sufrir, por la aflicción de los que la rodeaban. Poseía manantiales de gozo que imponían su curso. Había vuelto a Mansfield Park, era útil, era querida, estaba a salvo del Sr. Crawford; y cuando regresó sir Thomas, de él recibió cuantas pruebas podía darle, dentro del melancólico estado de ánimo en que se hallaba, de su perfecta aprobación y creciente consideración; y con lo feliz que todo esto tenía que hacerla, aun sin nada de ello hubiera sido feliz, porque Edmund no era ya la incauta víctima de la Srta. Crawford.

.- Edmund estaba muy lejos de sentirse feliz. Sufría a causa del desengaño y la añoranza, doliéndose de que las cosas fueran así y suspirando porque fueran como no podrían ser jamás.

.- Sir Thomas, pobre sir Thomas… Era padre, y, consciente de los errores de su propia conducta como padre, era a quien más se le alargaría el sufrimiento. Comprendía que no hubiera debido autorizar aquella boda; que los sentimientos de su hija le eran bastante conocidos para incurrir en culpa al autorizarla; que al hacerlo había sacrificado la rectitud a la conveniencia y se había dejado gobernar por móviles egoístas y mundanos prejuicios. Eran éstas reflexiones que requerían algún tiempo para suavizarse; pero el tiempo lo consigue casi todo.

.- El casamiento de Julia se convirtió en algo menos desesperado de lo que él había considerado al principio. Ella se humilló, con el deseo de ser perdonada; y el Sr. Yates, anhelando realmente verse acogido en el seno de la familia, se mostró dispuesto a respetarle y dejarse guiar por él. No era un personaje muy sólido, pero había esperanza de que se volviera menos vano…, de que resultara al menos tolerablemente doméstico y manso; y de todos modos fue consolador el descubrimiento de que sus bienes eran bastantes más y sus deudas muchas menos de lo que se temiera

.- su hijo Tom… Había sufrido y aprendido a pensar: dos ventajas que antes nunca conociera. Se convirtió en lo que debía ser: útil a su padre, formal y sensato, y dejó de vivir simplemente para sí.

.- Demasiado tarde se daba cuenta (Sir Thomas) de cuán desfavorable tiene que ser para la formación de la juventud el trato sumamente contradictorio que María y Julia habían siempre conocido en casa, donde los excesivos halagos e indulgencias de su tía habían contrastado de continuo con la severidad de su padre. Ahora veía lo equivocado que estuvo al esperar que los errores de tía Norris podría él contrarrestarlos haciendo todo lo contrario; claramente veía que no había hecho más que aumentar el mal, al acostumbrar a sus hijas a reprimirse en su presencia, de modo que nunca pudo saber cómo eran en realidad, mandándolas para todo lo que fueran indulgencias a la persona que sólo había podido atraérselas por la ceguera de su pasión y con sus excesivos elogios.

.- Era indudable que se había prescindido de algo esencial, pues de lo contrario el tiempo se hubiera encargado de anular las malas consecuencias de aquel aspecto. Temía que se hubieran descuidado unos principios, unos principios básicos… que nunca se les hubiera enseñado debidamente a sus hijas a dominar las inclinaciones e impulsos de sus temperamentos, mediante ese sentido del deber que por sí solo puede bastar. Se las instruyó en la teoría de la religión, pero sin acostumbrarlas a practicarla en la vida cotidiana.   

.- El arrebatado espíritu y las fuertes pasiones de María, en especial, era algo que sólo llegó a conocer a través de sus tristes efectos. No hubo manera de persuadirla para que dejara a Mr. Crawford. Esperaba casarse con él, y juntos continuaron hasta que hubo de convencerse de que era vana su esperanza, y hasta que el desengaño y el infortunio, consecuencia de esta convicción, la pusieron de un humor tan pésimo y le hicieron sentir por él algo tan parecido al aborrecimiento, que por un tiempo fueron ellos mismos su mutuo castigo, hasta producirse una voluntaria separación.

.- El Sr. Rushworth no tuvo inconveniente en facilitar un divorcio; y así terminó un matrimonio… María tuvo que recluirse con sentimientos mucho más graves en un retiro obligado por el reproche de la sociedad, que no podría dar lugar a una segunda primavera para sus ilusiones ni su condición. Rushworth quedó desligado del compromiso, para sentirse mortificado e infeliz hasta que otra linda damisela pudiera atraerlo de nuevo al matrimonio, predisponiéndole a un segundo ensayo más afortunado…

.- La cosa acabó en la resolución de tía Norris de abandonar Mansfield para consagrarse a su desventurada María, y en disponer para las dos una residencia en otro paraje, remoto y escondido, donde, encerradas juntas y casi sin mas compañía, sin afecto por un lado y sin juicio por el otro, puede razonablemente suponerse que sus respectivos caracteres acabaron por ser su mutuo castigo.

.- Verse libre de la tía Norris era, por lo tanto, una felicidad tan grande que, de no haber dejado tras de sí motivos de amargo recuerdo, hubiera podido surgir el peligro de que Sir Thomas se sintiera tentado casi a celebrar un mal que le procuraba semejante bien.

.- Las indignidades de la estupidez y los desengaños de una pasión egoísta no pueden inspirar mucha piedad.

.- Julia escapó del desastre mejor que María… cuando el trato se renovó en Londres, y la frecuentación de la casa del Sr. Rushworth se convirtió en objetivo del Sr. Crawford, ella tuvo el acierto de salirse de allí y elegir aquel momento para dedicar unos días a sus otros amigos de la capital, a fin de guardarse contra el peligro de sentirse de nuevo excesivamente atraída. Este fue el motivo de su traslado a casa de sus primos. La conveniencia del Sr. Yates nada tuvo que ver con ello. Julia había aceptado sus atenciones durante algún tiempo, pero estaba muy lejos de pensar en aceptarle algún día; y de no haberse producido el estallido que provocó la conducta de su hermana, lo que aumentó su temor al padre y al hogar, pues imaginó que ante lo ocurrido se ejercería sobre ella una mayor severidad y sujeción, y le hizo tomar la precipitada decisión de escapar a tales horrores a todo riesgo, es probable que el Sr. Yates nunca hubiera conseguido su propósito. No se había fugado llevada de sentimientos peores que los de una alarma egoísta. Le pareció que era lo único que podía hacer. El delito de María había dado lugar al desatino de Julia.

.- Henry Crawford… Curiosidad y vanidad se dieron cita, y la tentación del placer inmediato fue demasiado fuerte para un espíritu no acostumbrado a sacrificar nada al deber. Vio a la hermosa señora Rushworth, fue recibido por ella con una frialdad que hubiera debido parecerle repulsiva y establecer para siempre una aparente indiferencia entre los dos; pero se sintió mortificado, no pudo soportar eso de verse rechazado por la mujer cuyas sonrisas habían estado tan por completo rendidas a sus órdenes; debía esforzarse en dominar tan orgullosa exhibición de resentimiento; no era más que enojo a causa de Fanny; tenía que sacar ventaja de ello y hacer de la señora Rushworth otra vez aquella María Bertram, en cuanto al modo de tratarle. El quedó aprisionado en las redes de su propia vanidad

.- Después de lo pasado, tan propio para lastimar e indisponer a las dos familias, la continuación de los Bertram y los Grant en tan estrecha vecindad hubiera sido algo en extremo violento. El Sr. Grant, gracias a una recomendación sobre cuya eficacia había casi dejado de hacerse ilusiones, logró un rectorado en Westminster

.- Mary se había ya cansado bastante de sus amigos, de vanidades, ambiciones, amor y desengaños en el transcurso del último medio año, para sentir ahora la necesidad del verdadero cariño que hallaría en el corazón de su hermana, y de la serena tranquilidad de sus costumbres. Vivieron juntas; y cuando el doctor Grant fue llevado a una apoplejía y a la muerte por la implantación de tres comidas extraordinarias a la semana, ellas continuaron viviendo en común; porque Mary, aunque perfectamente resuelta a no enamorarse nunca más de un segundón, tardaba en hallar entre los partidos más convincentes o entre los vanos presuntos herederos que estaban a las órdenes de su belleza y de sus veinte mil libras alguno que pudiera satisfacer el mejor gusto que ella había adquirido en Mansfield, alguno cuyo carácter y hábitos pudieran justificar la esperanza de una felicidad doméstica como la que allí había aprendido a amar, o que consiguiera quitarle suficientemente a Edmund de la cabeza.

.- Edmund… empezó ya a preguntarse si un tipo muy distinto de mujer no podría convenirle tanto, o acaso mucho más; si la propia Fanny no estaba convirtiéndose en algo tan querido, tan importante para él, en todas sus sonrisas y en todos sus aspectos, como antes lo fuera MaryEdmund declara Crawford; y si no habría de ser posible lanzarse a la esperanzada empresa de persuadirla de que el profundo y fraternal afecto que sentía por él seria base suficiente sobre la que cimentar su amor de esposa…. ¿qué podía añadirse ya, como no fuera que debía aprender a preferir unos claros y dulces ojos a unos negros y chispeantes? Y estando siempre con ella, siempre hablando confidencialmente, y hallándose sus sentimientos justamente en ese favorable estado que sucede a un reciente desengaño, esos dulces ojos claros no podían tardar mucho en conseguir la supremacía. El espíritu, la disposición, las opiniones y los hábitos de Fanny no requerían encubrimientos, ni que uno se hiciera vanas ilusiones en el presente, ni tuviera que fiar en un futuro mejoramiento. Hasta en el rigor de su reciente obcecación, había él reconocido la superioridad espiritual de Fanny. Ella era, desde luego, demasiado para lo que él merecía. Pero como nadie se figura nunca estar aspirando a más de lo que merece, Edmund se puso a perseguir muy formal y resueltamente aquel favor, y no hubo de pasar mucho tiempo sin que ella le alentara.

Su felicidad al saberse amado desde hacía tanto tiempo por un corazón como aquél, debió de ser lo bastante grande para que podamos estar seguros de que hizo uso de un lenguaje tan arrebatado como se quiera para expresársela a ella o a sí mismo; debieron de ser unos momentos de inefable felicidad. Pero también la felicidad sentida por la otra parte fue de las que no caben en los límites de una descripción. Que nadie presuma de saber traducir los sentimientos de una mujer joven al obtener la seguridad de un amor para el que apenas se atreviera a guardar una esperanza.

 

.- A propósito me abstengo de citar fechas en esta ocasión, dejando a cada cual en libertad de fijarlas a su gusto, convencida de que la cura de pasiones irremediables y la transferencia de insustituibles amores tienen que variar mucho, en cuanto a tiempo, según las personas. Unicamente ruego que todo el mundo crea que exactamente en el momento en que fue muy natural que así ocurriera, y no una semana antes, Edmund dejóde pensar en Mary y se sintió tan impaciente por casarse con Fanny como la propia Fanny pudiera desear.

.- sir Thomas… Harto de parentescos ambiciosos e interesados, apreciando cada vez más los auténticos valores morales y espirituales, y deseoso, sobre todo, de sujetar con la mayor seguridad cuanto le quedaba de felicidad doméstica, había considerado con sincera satisfacción la más que eventual posibilidad de que los dos jóvenes. hallaran en la fusión de sus corazones el mutuo consuelo de sus respectivos desengaños. El jubiloso consentimiento que dio a la petición de Edmund, la conciencia de haber realizado una gran adquisición al asegurarse a Fanny como hija, contrastaban no poco con sus antiguos prejuicios sobre el particular, cuando se debatió el asunto de la adopción de la pobre niña…; Después de establecerla en Thornton Lacey atendiendo con cariño a todo lo necesario para su bienestar, su objetivo de casi todos los días había pasado a ser el de trasladarse allí para verla, o para llevársela consigo.

.- El cariño egoísta que le profesaba lady Bertram desde hacía tanto tiempo, hacía que ésta no pudiera aceptar con gusto la separación. Pero la separación fue posible porque allí estaba Susan para sustituir a su hermana. No tardó en hacerse simpática y útil a todos;

.- En la utilidad de Susan, en la excelencia de Fanny, en la invariable buena conducta y creciente gloria de William y en la general felicidad y prosperidad de los demás miembros de la familia, que mutuamente se ayudaban a progresar, acreditando así la protección y el apoyo que él les prestaba, sir Thomas veía motivos, constantemente repetidos motivos de satisfacción por lo que había hecho por todos ellos, motivos que le hacían reconocer las ventajas del esfuerzo y la disciplina en los primeros años

.- Igualmente formados en el amor a la vida familiar, y amantes de los goces de la vida en el campo, hicieron de su casa el hogar del cariño y el bienestar

.- a la muerte del doctor Grant… se trasladaron a Mansfield; y la rectoría aquella, a la que, mientras perteneció tanto al uno como al otro de sus anteriores propietarios, nunca había podido Fanny aproximarse sin una sensación penosa de cohibición y temor, se convirtió pronto en algo tan querido a su corazón y tan perfectamente grato a sus ojos, como desde mucho antes lo fuera todo lo demás dentro del paisaje que se extendía bajo la protección de Mansfield Park.

Análisis y Reflexiones

Querida Fanny: quien ríe el último, ríe mejor…

fanny kiss