Hace ya al menos un par de meses que cayó en mis manos este libro, «A Jane Austen Education. How six novels taught me about love, friendship and the things that really matter», (Educado por Jane Austen. Cómo seis novelas me enseñaron sobre el amor, la amistad y lo que realmente importa) de William Deresiewicz.

Al principio, como me suele ocurrir últimamente, lo miré algo de reojo, no fuera que se tratase de una nueva secuela que tanto abunda a razón de media docena la semana, o quizás de un libro de frases de Jane Austen, que también abundan. Las críticas eran muy buenas y la preparación del autor me dio confianza.

Aprovechando algo de tiempo que he tenido en los muy apropiados ambientes ferroviarios, he podido leerlo y, tengo que deciros que me ha sorprendido muy gratamente.

Se trata de un ensayo en el que WD va desgranando, a través de cada una de las novelas de Jane Austen, cómo éstas le hicieron comprender dónde se estaba equivocando, cuánto tenía de los defectos de sus personajes, y cómo pudo aprender nuevos comportamientos que le hicieron crecer como persona. Muy hábilmente, nos sitúa en el contexto de cada novela a la vez que en el contexto de su vida y cómo lo aprendido de la primera influía directamente en la segunda. ¿Cuáles fueron esas lecciones?

De Emma, que cada día es importante. Siempre me ha gustado defender que la expresión artística de Jane Austen se manifiesta en dos niveles: la forma en la que magistral y elegantemente utiliza el lenguaje, y la manera de exponer y analizar el comportamiento humano. Y WD parece coincidir con esta apreciación. «Su estilo consistía en elevar a la categoría de arte las pequeñas cosas que conformaban su vida cotidiana». Jane no pensaba que su vida fuera aburrida. Todo lo que ocurría en ella llamaba su atención: «comprendió que, lo que llena nuestros días, es lo que llena nuestros corazones». WD es un hombre. Y las menudencias suelen ser cosas de mujeres. O al menos eso dicen. La lección de WD consiste en aprender a ver la realidad desde otra perspectiva, la femenina, y comprender que merece la pena.

De Orgullo y Prejuicio, aprendió la importancia de madurar. Rescato aquí una expresión que probablemente me grabe o me tatúe en las neuronas. Jane Austen nos enseña, no a enamorarnos (falling in love) sino a madurar, a crecer en el amor (growing in love). Los personajes de Austen se equivocan, corrigen y crecen. Nadie es perfecto ni idílico. Nuestras ideas previas pueden hacernos cometer errores, y la humildad es la mejor medicina para madurar.

De Northanger Abbey, la lección consistió en aprender a aprender. No se nace sabiendo amar (cómo me gusta leer esto de WD, y os remito a un artículo que escribí hace más o menos un año titulado «A amar y a odiar se aprende«). Catherine aprende a amar los jacintos. Es una buena manera de empezar a aprender a ser feliz. Amar las pequeñas cosas es la clave del bienestar coditiano.

De Mansfield Park, la importancia de ser buena persona. WD vivía en Nueva York, donde no solamente tienes que ser rico, sino también parecerlo. Las características personales son irrelevantes si no van acompañadas de un estatus económico, social o profesional. ¿Algo distinto de Mansfield Park? No tanto. Fanny Price es humillada en repetidas ocasiones por su procedencia, y apenas se la permite soñar con un futuro mejor para ella. Mary no se casaría nunca con Edmund mientras éste insistiera en ser un simple clérigo. La verdadera tragedia consiste en no poder estar con la persona que se ama, simplemente porque se ama más al dinero o al éxito. Pensamiento y sentimiento, nos dice JA, deben estar siempre en equilibrio. Pensar no nos evita el que podamos sentir, pero sí el que podamos actuar. Un corazón generoso, es el mayor de los tesoros.

De Persuasión, el autor se queda con el valor de la verdadera amistad. Jane Austen nos enseña que los sentimientos de amistad entre un hombre y una mujer son posibles (p.e. con Anne y Benwick), pero además son necesarios para fundamentar una relación de pareja. El amor, para JA, no es el que se produce de una chispa irrefrenable, y en todos sus libros lo que deja claro es que los amores apasionados, imprudentes y atolondroados, SIEMPRE, acaban mal. Los amores que triunfan en las novelas de Jane Austen son los que surgen de una relación de amistad, que llevan a amar al amigo sin saber «cuándo y cómo sucedió. Ya estaba en el medio cuando me dí cuenta de que estaba enamorado» (Mr. Darcy, Orgullo y Prejuicio).

De Sentido y Sensibilidad,… aprender a enamorarse. El amor no nos cambia. Hasta que no cambiamos, no aprendemos a valorar y a disfrutar de la experiencia amorosa. Muchos son los hombres Austen casados con mujeres bellas y vacías, con vidas tristes o resignadas. El matrimonio solamente puede tener éxito cuando uno se ha trabajado el propio carácter. Y entonces el amor llega por sorpresa, cuando uno menos se lo espera, cuando ya está preparado.

Jane Austen no solamente era una gran escritora, era una gran persona con un gran corazón. Jane Austen tuvo muchos pretendientes, pero se atrevió a rechazar una posición económica estable, por apostar por su libertad, la libertad que le daba su creatividad, y la satisfacción que le producía haber aprendido a ser feliz con un comportamiento dirigido por la pasión y por la razón, a partes iguales.

Resulta especialmente sorprendente que un hombre escriba con tanto sentimiento sobre el contenido de las novelas de Austen, de manera que WD se suma a esa subespecie del género masculino que es capaz de comprender a las mujeres y, a través de ellas, aprenden también a amar, en mayúsculas y en minúsculas.

No os contaré el final, que me ha gustado mucho por sorprendente y conmovedor. Pero sí os sugeriré que, si vuestro nivel de inglés os lo permite (no es demasiado difícil), no dejéis de leer este instructivo, bonito y, definitivamente, austenita libro.

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