Jane hace referencias en sus cartas a algunas situaciones relacionadas con las compras, como la del 18 de Abril de 1811, en la que le cuenta a su hermana Cassandra:
He disfrutado mucho del paseo; ha sido más corto de lo que esperaba, y el tiempo ha sido delicioso. Salimos inmediatamente después del desayuno, y debimos de llegar a Grafton House hacias las once y media. Pero cuando entramos en la tienda, todo el mostrador estaba abarrotado y tuvimos que esperar media hora hasta que pudimos ser atendidas. Sin embargo, cuando se nos facilitó lo que queríamos, me quedé muy contenta con mis compras.
En otra de las cartas publicadas en este blog, de 6 de Junio de ese mismo año, vimos también cómo Jane decidió volverse a casa mientras su sobrina y una amiga se quedaban de compras (No lamento haberme vuelto pues las jovencitas todavía tenían bastante que hacer, y sin mucho método para llevarlo a cabo.). No parece que a Jane le hiciese mucha ilusión ir de compras si no era a tiro hecho.
Y no es de extrañar: no había tantas tiendas, a veces los gremios estaban por barrios, teniendo que desplazarse de uno a otro con los medios de transporte de la época (que incluía el de San Fernando, un ratito a pie y otro andando). Y cuando se llegaba, había que esperar a ser atendido, se tenía que ir más o menos con la idea de lo que se quería, y los pagos eran mucho más lentos que en la actualidad. O podían ocurrir incidentes desagradables, como el que tuvo que afrontar su tía, Mrs. Leigh-Perrot, del que ya hablamos en otra entrada sobre las acusaciones que se vertieron sobre ella como ladrona.
Los mercados más grandes eran los de Billingsgate, Leadenhall, Farringdon, Newgate, Smithfield y Covent Garden. También había vendedores callejeros que venían con sus mercancías (verduras, frutas y otro tipo de alimentos). Las telas se compraban en las calles de Piccadilly, Oxford, Regent y New Bond. Se utilizaba más el sastre que acudía a la casa de los clientes, pues todavía no existía lo que hoy llamamos el Pret-à-porter, o ropas listas para llevar. Las botas se hacían en St. James, donde también se encontraban los joyeros y, para recuperarse del cansancio de la tarea, estaba Gunter’s para el té, pastitas y helados.
Más adelante, hacia 1816, empezó a importarse la idea, desde París y después de las guerras Napoleónicas, de algo parecido a lo que hoy podríamos llamar centros comerciales, y empezaron a aparecer las pequeñas tiendas que tenían «un poco de todo», como Ford’s. En 1819 se construyó la más elegante, la Burlington Arcade, que todavía hoy sigue siendo un centro comercial de lo más visitado.
Os recomiendo en particular el siguiente enlace http://hibiscus-sinensis.com/regency/shopping.htm, con un completísimo artículo (en inglés) sobre los usos y costumbres relacionados con las compras en la época de regencia.
Otras Fuentes:
http://www.janeausten.co.uk/magazine/page.ihtml?pid=879&step=4
buildi |
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