Estos días he tenido la oportunidad de cruzarme con varios artículos en los que se menciona a la presunta tía ladrona de Jane Austen, para ilustrar algunos artículos sobre la cleptomanía o trastorno que se caracteriza por tener que robar por el placer en sí, no por necesidad (como ya le ocurrió a Wynona Ryder).

Pero ¿qué hay de cierto en esta historia, o qué fue exactamente lo que ocurrió?


El hermano de la madre de Jane y su mujer, los Sres. Leigh-Perrot, tenían una posición muy acomodada y solían pasar largas temporadas de casi medio año en Bath. Se trataba de una pareja ejemplar, dedicados el uno al otro, y sin nada que lamentar por no haber tenido hijos. La sra Leigh-Perrot estaba un poco sorda y con bronquitis y su marido sufría de gota. 

El evento de Bath ocurrió en 1799. El día 8 de Agosto el Sr. Leigh-Perrot se había acercado a beber sus aguas medicinales, y su esposa mientras tanto se ocupó en comprar algunas puntillas negras para adornar sus vestidos en una conocida mercería llamada
Smith’s
, a la que había acudido el día anterior para preguntar sobre su mercancía. Ella no estaba al tanto de los entresijos de sus propietarios, pero el Sr. Smith se había separado de su mujer, se había declarado en bancarrota y el negocio había pasado a manos de sus familiares.

Parece ser que la noche del 7 de Agosto, el Sr. Smith, su cuñada la Sra. Gregory y el amante de ésta, Charles Filby decidieron chantajear a la Sra. Leigh Perrot aprovechando su interés por las puntillas. Al día siguiente, cuando compró lo que deseaba, introdujeron en su paquete otra partida de puntillas blancas, sin que ella se diera cuenta. Después se fue a buscar a su  marido, y al pasar de nuevo por delante de la mercería, la Sra. Gregory la increpó sobre el paquete, sacó de él la puntilla blanca y regresó a la tienda. Después, el sr. Filby corrió tras el matrimonio y les pidió sus datos, dirección, etc. El matrimonio asumió que se había tratado de un incidente y un error desagradable, y dejó ahí la cuestión. Sin embargo, fueron denunciados y el 14 de Agosto, para su bochorno, tuvieron que presentarse ante los magistrados que formaban parte de su círculo social. El castigo por el delito que se les imputaba podía ir desde 14 años de destierro a Australia a la sentencia de muerte.

Tras una serie de chantajes de todo tipo y del apoyo familiar incondicional, el 29 de Marzo de 1800 tuvo lugar el juicio. Su marido había dispuesto que, si salía condenada, vendería sus propiedades y se iría con su mujer a Australia. La sala estaba abarrotada y tras escuchar las versiones de las dos partes durante siete horas, y una hora de deliberación, el veredicto fue «No culpable», que fue recibido con aplausos por parte de los asistentes.

El día siguiente lo pasó el matrimonio recibiendo a amigos, llorando y abrazándose con ellos. El juicio les había costado cerca de 2000 libras esterlinas de la época. Después, se retiraron a Hampshire para descansar del tremendo disgusto. Muy pronto recibieron a la familia Austen, que había abandonado definitivamente Steventon para instalarse en Bath (con el tremendo disgusto, desmayo y pataleta incluída, de Jane –ver entrada al respecto-)…. pero este es otro capítulo del que hablaremos más adelante…

Fuente:

Auten-Leigh, W., Austen-Leigh, R.A.. y LeFaye, D. (1993) Jane Austen. A family record. Ed. The British Library, Londres.