Dentro del New York Musical Theatre Festival de este año se ha presentado la versión musical de Orgullo y Prejucio. Este Festival tiene como objetivo promocionar nuevos artistas, productores, guiones, partituras y talentos que, de otra manera, tendrían difícil una oportunidad en el competitivo mundo de Broadway.
El espectáculo se ha representado tan sólo durante seis días, y se espera que llegue a constituirse en una producción más ambiciosa al estilo de los grandes musicales de Broadway.
La crítica del Wall Street Journal es bastante favorable.
Al igual que al resto de seguidores de Austen, que ya estamos un poco saturados de las versiones con zombies, con extraterrestres (sí, podeís pasaros por http://www.janeaustengiftshop.co.uk/acatalog/New.html, y en la cuarta hilera os encontraréis con esto:
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que traducido es «La Sra. Darcy contra los Aliens». No comento nada más porque esto se merecería una entrada en exclusiva, cosa que tampoco pienso hacer). Sigamos: decíamos que los seguidores de Austen ya estamos algo saturados con la explotación del nombre Austen, que empieza a recordarme a los productos Disney, que plagia cualquiera y hasta en las cosas más baratas, más cutres y de peor calidad se encuentra uno a los personajes o a la rúbrica de la casa, con el único objetivo de vender sabiendo la ventaja que supone el vínculo emocional positivo creado con ciertos caracteres o autores.
A lo que íbamos. Parece ser que los críticos del Wall Street Journal se acercaron con cierta prudencia a la representación del musical, y con algo de incredulidad sobre los recursos para trasladar el ingenio de Jane Austen y el impacto que causa su lectura, a unas canciones y pasos de baile. Para su agradable sorpresa (y también para la nuestra) se encontraron con una original adaptación que respetaba perfectamente el espíritu Austen.
La obra empieza con una Jane Austen que está revisando la novela que había escrito hace diez años, First Impressions (Primeras Impresiones, que fue el primer título con el que se bautizó y con el que permaneció muchos años en el cajón O&P), y de qué manera podría reescribirla. En ese momento, aparecen los personajes en escena y empiezan a interactuar en ambas direcciones.
Jane permanece todo el tiempo en el escenario, permitiendo que sus personajes se desarrollen pero, cuando alguna escena se «sale de madre» o va por derroteros indeseados para Jane, ella sacude la cabeza e inicia un debate con el personaje hasta que lo lleva de nuevo a su sitio. Así, la escena en la que se enfrenta al Sr. Collins y a Lady Catherine de Bourgh, incluso haciéndoles callar, provocó el regocijo y los aplausos de la audiencia. Austen, a través de la obra, otorga siempre a sus personajes una segunda oportunidad para corregir los errores provocados de la imprudencia o de la ignorancia.
La música aparece en los momentos apropiados: bailes, proposiciones y, por lo visto, otro número que llegó muy bien a la audiencia fue una oda que la histérica Sra. Bennet le dedica a sus nervios, así como la canción que el Sr. Collins le dedica al obsequioso poder que tiene hacer la pelota.
Las autoras (Lindsay Warren Baker y Amanda Jacobs, quien por cierto fue la joven Georgiana Darcy en la versión de O&P de 1980) respetan a la perfección el deseo de Austen de transmitir que el Amor se trata de un acto considerado, que necesita tanto de la pasión como del autoconocimiento. Y para este cometido, la música resulta el acicalamiento más adecuado.
Las escritoras han tardado 10 años en darle forma definitiva al proyecto, pero parece que por la acogida que ha tenido su presentación en el Festival, sea muy probable que pase a los escenarios de Broadway.
El papel de Jane Austen ha sido interpretado por una veterana en los musicales de NY, Donna Lynne Champlin), y Mr. Darcy no está nada mal.
Os dejo la página de Facebook (y otros links) para que le echéis un vistazo a las fotos: